• octubre
  • 10

    sábado

    20:00

  • 11

    domingo

    20:00

    Para adultos

    Teatro

Pasado

octubre · 2020

Al frente: el inevitable desastre, dentro del barco: personas son personas, durante el viaje: el recorrido que nos mueve, sin brújula, sin timón, pero con astrolabio.

Viaje hacia el desastre (cartas de amor a los árboles) explora una insensata posibilidad, la de levantar la voz en contra del desierto unidimensional que se ha levantado ante nuestros ojos. Unas cartas escritas por Nastasya Filippnova y enviadas a Julio Fernández tras la publicación en las redes de la corta de unos robles centenarios en tiempos de confinamiento, este es el punto de arranque de la obra.

A través del propio arte como lugar para el presente -que no quiere constituirse, que no quiere germinar, que no quiere decir más de lo que dice-, Anómico Teatro nos presenta una fábula de la destrucción en la que ya solo es posible el amor hacia todo aquello que resiste.

Como viene siendo habitual en los trabajos de la compañía, el trabajo resultante es fruto de la investigación escénica, en este caso iniciada gracias a un taller desarrollado en la sala Ingrávida de Porriño durante el otoño de 2019 y en el que participaron Julieta Alasino, Sofía González, Flora Maceira, Pedro Marchante, Daniel Otero, Esme Quiroga, Estefanía Pérez y Ánxeles Torres.

«Las lágrimas se han extendido por el mundo, la gente no puede evitar llorar, para no llorar se quedan en sus casas, cobardes, para no llorar no abren la puerta a nadie, para no llorar no se relacionan, no miran a los ojos, no escuchan, no se enfadan con lo que ocurre más allá de sus zapatos, para no llorar se secan por dentro con un trozo de papel de rollo de cocina, con el mismo que se limpian los cristales, para no llorar se encierran en refranes y eslóganes y lemas de fácil comprensión, para no llorar ni siquiera piensan en lo que se podría hacer para mejorar algo, para no llorar borran el entorno mientras entornan la mirada para enfocar lo que a simple vista ya se ve, para no llorar se lastiman por dentro y lastiman por fuera, para no llorar se mojan los ojos con agua de rosas, para no llorar se enrollan con las sábanas esperando que el sueño repare los lacrimales, para no llorar niegan con la cabeza que ahí, afuera, personas son secuestradas y que el miedo se extiende, nadie sabe por qué, nadie sabe con qué interés, nadie sabe cómo ha podido pasar esto, solo que al respirar tienen ganas de llorar, como todo el mundo, y esto es irremediable, esto no hay quien lo pare, haría falta una revolución, pero una revolución tan profunda que nos destruiría a todos, y las lágrimas, lo único inteligente y humano, son conscientes de la tragedia, y por eso afloran en forma de hilos que resbalan sobre las mejillas para aliviar el planeta de nuestros crímenes, ay, las lágrimas se han extendido por el mundo y las personas lloran al respirar».

«El mundo lleva tiempo sobreviviendo con un corazón artificial. No nos damos cuenta, porque seguimos bajo los efectos de la anestesia, pero el día que despertemos, nos dirán: lo sentimos mucho, el corazón de verdad lo tuvimos que tirar, a partir de ahora toca vivir enchufados a la máquina. ¿Pero por qué? A los cirujanos de los grandes centros de mando les pareció buena idea ponerse a jugar con el corazón del planeta, mientras realizaban la operación extracorpórea. Sí. el día que despertemos nos daremos cuenta de que no hay dolor que pueda afectarnos y también de que no podremos sonreír, será imposible sentir empatía, salvo en aquellas cuestiones que desde algún lugar alguien dicta, a través de sus canales de información y de distribución de emociones».

Autoría: Nastasya Filippnova
Creación y presencia escénica: Julio Fernández
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