Historias de La Nave contadas por Aníbal

15 mayo, 2021

Historias de La Nave

Primera Parte

Todavía recuerdo las caras de la gente cuando vieron aquel matadero abandonado por primera vez. En las paredes los ganchos donde se colgaban los corderos, un aspecto lúgubre, suciedad, desorden… Oscuridad. Había que hacer mucho esfuerzo de imaginación para intentar vislumbrar en aquel espacio algo que se pareciera a un teatro. Para afrontar esa tarea faraónica se contaba con la ayuda de los miembros de Cambaleo, los amigos, y Angelito el albañil. También se contaba con la ilusión, el desparpajo, la fe en el proyecto, y una arrolladora juventud.
Los comienzos fueron muy duros, el trabajo no cundía, después de varias jornadas agotadoras de limpieza no se veían avances, La Nave se nos echaba encima. Hasta que un día se empezó a construir el muro de separación entre la sala y el ambigú. Ladrillo a ladrillo el conjunto iba tomando forma. Eduardo nos enseñaba en un ordenador 386, una simulación del acabado del espacio en aquellos programas infográficos incipientes que hoy nos harían reír, pero que en aquel momento nos llenó de ánimo y esperanza.

(Continuará…)

Historias de La Nave

Segunda parte: La cubierta

Posiblemente lo más bonito, y lo que estaba en mejor estado de La Nave, eran las vigas de madera de la cubierta. Vigas gruesas de madera recia, que nos contemplaban en silencio desde las alturas, desafiando al paso del tiempo y de los siglos. El escenario debía ser una caja negra. Las vigas de esa parte deberían estar pintadas también en ese color. Había que subir a sanear y pintar. Para esa labor contábamos con la vieja y noble “Escalera Cambalea”, y con un tinglado tembloroso que llamábamos andamio. Desde los primeros brochazos nos dimos cuenta de que la tarea no iba a ser fácil. La madera chupaba la pintura con la sed del camello berebere, haciendo el avance lento y agotador. Si a eso unimos la dificultad para llegar a las partes más altas, que nos hacía encaramarnos a las crucetas en complicadas posturas y equilibrios, hizo que de nuevo la sombra del fracaso y el desánimo volviera a instaurarse en nuestras cabezas. Alguien dijo: “¿Y si lo pintamos a pistola…?”

(Continuará…)

Historias de La Nave

Segunda Parte: La cubierta II

Al final se compró un compresor barato y una pistola de pintura. Al probarlo por primera vez y contemplar como cubría la madera de manera uniforme, todo era alegría. Al minuto y medio de funcionamiento llegó el primer atasco de la boquilla. Al que le sucedieron muchos más. Y así, entre atasco y atasco, se fue consiguiendo por partes y despacio pintar todo el entramado de vigas. La tarea de pintura del techo llevó el mismo tiempo que las demás labores que había que acometer. Se realizaba de manera simultánea. Los que más tiempo pasaron en las alturas fueron Carlos y Begoña, que se turnaban con la pistola, uno cargando y otro disparando, y al revés. Pintura negra para la sala, pintura roja óxido para el ambigú. Al sonarte la nariz dejabas el pañuelo como la Falange…

(Continuará…)

Historias de La Nave

Tercera Parte: La grada

Definitivamente, lo que marcó el “antes y el después” en la construcción de La Nave, fue la instalación de la grada. La grada estaba fabricada en aluminio y madera por una empresa alemana. Eduardo calculó el ángulo exacto de su pendiente, junto a la elevación del escenario, para que las cabezas de los de delante no molestaran la visión de los de detrás. Todos los que habéis estado en La Nave habréis podido comprobar este detalle. Cuando llegó la grada de Alemania nos pusimos a desembalar y a ensamblar. Eran planchas grandes que había que manejar con cuidado, y asentar bien los pilares en el suelo. Después de la instalación, nos visitarían dos inspectores alemanes para comprobar su viabilidad. Era necesario su “visto bueno”. Cuando estuvo colocado el último tramo, todos nos apresuramos a subir para llegar hasta arriba y saltar, y vocear, y abrazarnos… Desde lo alto de la grada se divisaba el mundo.

No había vuelta atrás. Aquello ya se iba pareciendo a un verdadero teatro.

(Continuará…)

Historias de la Nave

Tercera parte: La grada (II)

Después de completar la instalación de la grada, debíamos proceder a su anclaje y sujección. Para ello cementamos los pilares calzando con madera para procurar una fijación elástica. A Eduardo se le ocurrió también unir la grada al muro doble que remataba en su parte superior con la cabina de control, y abajo con la taquilla. El conjunto era una estructura robusta, una compensación de carga entre grada y muro, que además aportaba un alivio y descanso suplementario de la cubierta de toda la nave en su centro. Cuando lo vio Angelito el albañil dijo: “Bueno… bueno, esto es por demás… ¡¡esto no lo tira nadie!!” (sic)
Al día siguiente llegaron los alemanes. Su vestimenta y limpieza contrastaban con nuestros monos sucios… y las caras de cansancio. Mediante gestos e inglés rudimentario nos fuimos entendiendo. Estudiaron la estructura, los pilares, el anclaje al muro… Al ver lo del muro murmuraron “Oh goot.. goot..” Salimos al patio para obtener el veredicto. Los alemanes extendieron sus dos manos para estrechar las nuestras y… ¡¡aplaudieron!!
Aquel fue el primer aplauso que se escuchó en La Nave.
Más adelante vendrían muchos más .

(Continuará…)

Historias de La Nave

Para Bego: Las golondrinas

Una mañana de primavera cercana al verano, en plena actividad de las obras, se presentó en La Nave una pareja de golondrinas. Sobrevolaban nerviosas todo el “artesonado” de la cubierta, y parecían sorprendidas y contrariadas porque había “extraños” en su casa. El ruido de los martillazos, soldaduras, y radiales, no pareció amedrentar su ánimo de construir el nido. Aprovecharon un hueco en el mismo centro de la puerta de entrada, por su parte interior, arriba, a la sombra. Las golondrinas se paseaban por toda la nave. Si estabas realizando alguna actividad por las alturas, se posaban a tu lado. Y te miraban… Y sonreían.
Un día aparecieron de repente en el nido cinco bocas abiertas, trinando sin parar. La Nave tenía público por primera vez. Un público ruidoso y exigente que no dudaba en aliviarse encima de ti cuando pasabas por debajo. Los polluelos fueron creciendo, y llegó el día en que abandonaron el nido. Al año siguiente, por las mismas fechas, la pareja volvió a presentarse. Habían elegido el teatro como su casa. Y así estuvieron haciendonos compañía muchos veranos.

Un año no volvieron.

Y ya no las vimos más.

(Continuará…)

Historias de La Nave

Cuarta parte: Hágase la luz

Una vez homologada la grada, las obras continuaron con más ilusión. Pero todavía quedaba mucho por hacer. Mientras Angelito se afanaba en levantar el escenario a base columnas de ladrillo, Eduardo se pasaba el día midiendo, mirando, y apuntando en una libreta. Había que realizar la instalación eléctrica. Cientos de metros de cable, tubos, canaletas, rozas… Todo un aparato circulatorio llegando hasta los rincones más lejanos.
Una vez acabado el escenario, preparamos encima la parrilla de focos que se elevaría hasta el techo. Se montaron algunas luces para probar la mesa. Aprovechando la noche, en el silencio, las candelas respondían a la acción de los mandos, y con obediencia se encendían y apagaban respetando sus canales. Suavemente revelando la nada al leve toque de los “dimmers”. Definitivamente la vida se abría paso en aquel viejo matadero.

(Continuará…)

Historias de La Nave

Quinta parte: Un gris alternativo

Acabadas las obras mayores, ahora se tenían que acometer tareas más pequeñas pero necesarias. Había que rematar la puerta de entrada, poner verja a las ventanas del patio (lo que ahora es el almacen y camerinos) Había que hacer muchas cosas. Construimos las verjas con las sobras de un cierre metálico, y aprendimos a soldar sobre la marcha. Lo de la soldadura daría para un capítulo aparte. Al final quedaron decentes. Pero todavía quedaba por emplastecer y pintar la nave entera. La caja del escenario estaba claro que iba en negro. El ambigú se decidió que fuera albero, pero… ¿de qué color pintar la sala?
Rojo… no… amarillo (prohibido), azul… Quizás por el cansancio acumulado no eramos capaces de elegir ninguno.
Begoña, la maestra en pinturas, hacía pruebas en la pared. Sin querer dio un brochazo con el rodillo sin haberlo limpiado de antes y salió una especie de gris. “¡Ese! ¡Ese! ¡Ese es el color! ¡Un gris alternativo!”
Desde fuera podían oírse las risas formidables que se apagaban en la calma de una tarde limpia de finales de verano.
Quedaba ya muy poco.
Había que ponerse a pintar.

(Continuará…)

Historias de La Nave

Final y principio: El estreno

Ya había fecha para el estreno. Sería la noche de un viernes de septiembre, a cargo de los insignes y queridos grandes maestros de Aljibe. Hasta ese mismo día se estuvo pintando y rematando detalles. Horas antes estábamos todavía repasando el muro de la taquilla. Todo estaba preparado. La Nave lucía imponente, totalmente remozada. Lista para su apertura. El lleno fue absoluto. Para dejar sitio, algunos tuvimos que ver la actuación desde la cabina. Carlos hizo las presentaciones, y los Aljibe comenzaron a tocar. Madre mía como sonaba aquello. No había apenas reverberación ni pérdida. La música llegaba limpia. Se diferenciaba cada instrumento. Verdaderamente La Nave sonaba como la caja de un violín. Aquel viejo matadero nos agradecía a su manera todo el empeño y el cariño puestos en su rehabilitación. Era su manera de reconocer todo ese esfuerzo. Había pasado de ser un lugar de matanza, olvidado por el tiempo, a ser un lugar de encuentro, de diálogo, de expresión, de inquietud… de vida.
Un lugar de final, que resurgía como principio.

(Continuará…)

Historias de La Nave

Epílogo: Reflexión y ejercicio

Al final La Nave quedó construida en el Matadero. Pero La Nave ya estaba construida de antes… y no hablo del Legamarejo.
La Nave se construye en todos y cada uno de nosotros desde el inicio. Desde el nacimiento. Desde nuestra aparición en la existencia.
La Nave no es más que el anhelo íntimo que todos llevamos dentro para intentar dar una explicación a todo.
No es algo cultural, no es algo decorativo, no es algo accesorio.
Es una necesidad humana.
Como respirar.
Es el espacio donde libres de los protocolos de la mera subsistencia podemos llegar a comunicarnos. A compartir.
Es el lugar de transmisión, de difusión, de divulgación.
El lugar donde podemos hablar con el otro, aún sin conocerle, de las profundas inquietudes.
Del significado.
La Nave no es un lugar físico.
Es un estado del alma.

(Continuará…)

Historias de La Nave

Apéndice: La importancia de la cultura

Al final la vida entera es una distracción.

Una tortura para unos. Un paraíso para otros. Un sinsentido para todos.

Esta maquinaria cuyo motor principal es la lucha por la mera supervivencia despiadada, nos hace aborrecer nuestra propia naturaleza.

Hasta que nos fijamos que debajo de todo ese decorado se esconden detalles verdaderamente singulares.

Debajo de todo, de toda la existencia, comprobamos que habita una intención fuertemente arraigada.

Los humanos hemos dado nombre a eso.

Lo llamamos genéricamente “bondad”.

Es algo común en toda la naturaleza, no sólo propio de nosotros como especie.

Todo aquel que haya tenido animales lo sabe.

El arte y la cultura humanas no son más que las herramientas para llegar a comprender y divulgar esa intención.

Ese “pellizco” desinteresado, que todos reconocemos y que es el alimento intangible que nos permite continuar.

Algo que no tiene explicación, ni dimensiones.

Pero que sin embargo es real.


Historias de La Nave” está escrito originalmente como mensajes de whatsapp que enviaba periódicamente Aníbal.

La imagen que ilustra este post es del archivo fotográfico de La Nave

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